miércoles, 14 de febrero de 2018

Medalla de oro en corrupción


¿Para cuándo una entrada en el libro Guinnes de los récords para el país con más chorizos por metro cuadrado? Nadie nos quitaría la primacía. Ni siquiera Italia, otrora primera en este singular deporte, podría competir contra nuestros excelentes y abundantes chorizos. A esta primacía ha contribuido la gran aportación a este deporte hecha por la clase política, que ha dejado pequeños a los anteriores practicantes: especuladores y banqueros. Es tal la desmesura de corrupción y latrocinio en este país, que la mafia y camorra italianas se han instalado en nuestras costas, donde ven más porvenir y se sienten “como entre hermanos”. Detrás de ellos han venido las mafias rusa, rumana, albanesa. Todos quieren aprender a robar a lo grande y saben que aquí, y más precisamente en la costa levantina, están los mejores profesionales. Además de darse las condiciones más idóneas para practicar este deporte: leyes con lagunas inmensas (lagunas donde navegan los yates de los poderosos), policías que miran hacia otro lado, concejales amigos de las regalías y el agasajo, jueces prevaricadores, catedráticos de derecho prestos a dejar sus clases para atender como se merece al narcotraficante o malversador. ¿Qué más se puede pedir? El clima. Eso también influye. Y restaurantes donde permiten fumar contraviniendo la normativa vigente, concesionarios de coches con potencia tres veces superior a la necesaria para sobrepasar el límite máximo de velocidad permitido, chalets en playas protegidas o construidos en paisajes que debían preservarse para especies en peligro de extinción, campos de golf en territorios donde hay escasez de agua, mega-burdeles donde saciar los apetitos libidinosos, mano de obra barata traída en pateras para abaratar los costes de construcción. Todo lo conquistan: montes, valles, riberas, aguas, aires, ardores. En fin, lo tienen todo. Y también descaro. Y palmeros. Si no es un partido político conservador el que apoya la libertad de inversión en ciudades que duplicarían o triplicarían la población original, son los trabajadores de las mismas obras quienes van de manifestación en defensa de su empleador. Tienen hasta un santo patrón, un mártir y guía en su benéfico quehacer: San Jesús Gil y Gil. Por no hablar de la cobertura mediática. Todos los chorizos pueden expresarse libremente y en horas de máxima audiencia gracias a los desvelos de los principales medios de comunicación, que son suyos. Qué país, dios mío. ¡Vivan las cadenas… de televisión!

Zaragoza, 14 de febrero de 2018

No hay comentarios:

Publicar un comentario