miércoles, 31 de enero de 2018

Arte sobre todo


Dijo Josep Pla, el catalán impasible, que la diversión es y será la única piedra de toque para juzgar una obra de arte. Y George Steiner, quizá el crítico más culto de nuestra época, afirma que el arte será la risa de la inteligencia. ¿Arte y pitorreo? ¿Artistas y diversión? Si así fuera, la obra de Dalí que ilustra esta página sería el producto artístico emblemático. A su lado colocaríamos “la fuente” de Duchamp, y a mearse de gusto. Hubo un crítico de arte muy peculiar. Se llamó Jacques Vaché. Dijo una vez: “el arte es una estupidez”. Y se mató. Quizá para no tener que retractarse, quizá para dar un apoyo moral a su aserto. Pero la suya no deja de ser una visión parcial del arte. El arte se considera hoy una actividad seria. El arte es un estar deslumbrado por la belleza, una religión subterránea (Pániker), el arte es la más elevada expresión de una pulsión interior que quiere derramarse en hermosura entre todos los hombres. Este fin, altruista, se ve perjudicado muchas veces por el tener que ganarse uno la vida. Ya lo dijo Cyril Connolly: “el cochecito de niño en la entrada es el más fuerte enemigo del arte”. A no ser que el artista se comporte como preconizaba Bernard Shaw: “el artista debe matar de hambre a su mujer y a sus cinco hijos, y hacer que su anciana madre de sesenta años trabaje para él, todo, antes de claudicar”. Pocos serían capaces de someter a semejante sacrificio a sus seres queridos, aunque Bernard Shaw no se ha inventado la imagen, ha existido entre los del gremio, y existirá. Pero la mayoría de los artistas, o artistas en potencia, son incapaces de someter a sus familias a semejantes privaciones por hacer valer su arte. Yo soy uno de ellos. ¡Qué le vamos a hacer!

Zaragoza, 31 de enero de 2018

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