miércoles, 21 de junio de 2017

La molesta manía de regalar

Vivimos una época de consumo desaforado, desbocado. Se compran regalos para los cumpleaños, los santos, las despedidas, los matrimonios, los divorcios, por San Valentín, por San Cucufato, cualquier efeméride es válida para lanzarse en busca del objeto de regalo ideal. Pero la oferta de objetos ideales, idóneos, es tan grande que los despersonaliza y los vuelve ordinarios, cuando no fuera de contexto. Pero hay que regalar, hay que regalar… Es el mantra de nuestra sociedad del despilfarro: “hay que regalar”. Y nos regalan, regalamos. Nos regalan y regalamos objetos inservibles que uno no sabe dónde ocultar, dónde esconder, cómo deshacerse de ellos. La mayoría son bibelots que terminan en las estanterías, entre los libros, lo que provoca que se caigan o que haya que apartarlos para sacar un determinado tomo, lo que a su vez provoca que renunciemos a la lectura para no tener que reordenar toda la morralla que entorpece la extracción de los libros. El regalo de compromiso deviene así el peor enemigo de la lectura. El regalo de chuminadas es hoy tal negocio que al menos dos veces al año los semanarios de los principales diarios nos regalan suplementos donde se muestran con profusión estos preciados y codiciados objetos con los que torturar a parientes y amigos. Y entre sus páginas uno descubre dónde se ha refugiado la inventiva de los diseñadores y creativos. Es así que uno puede encontrar objetos tan inútiles como el temporizador de pasta cuya foto acompaña esta crónica (lean su utilidad, su funcionamiento, lean y abochórnense), o el sacacorchos hidráulico y diseño ergonómico, el limpia pipas con cadenita para sujetarlo al batín (¿Quién coño lleva hoy batín en casa?), la pluma estilográfica que es a la vez despertador, los calcetines con bolsitas que recogen el sudor, las pantuflas con calefacción eléctrica, el condón que emite gemidos de placer, las tijeras a vapor, el abre-cartas que es a la vez termómetro, un calendario que se rige por el rito milanés. ¿Para cuándo el bibelot que repita al comprador, cada minuto: “imbécil”?


Zaragoza, 21 de junio de 2017

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