miércoles, 24 de mayo de 2017

Puñetera publicidad

La publicidad es una fuerza imparable, ubicua, indestructible, casi omnipotente. Los altos salarios que paga esta industria le permite alquilar los cerebros más creativos de la sociedad, los más atrevidos. Cuando no son los mensajes subliminales, son las técnicas promocionales dictadas por sesudos psicólogos. Al diluirse entre tantos medios y ante la apatía, prevención o coraza que la publicidad genera en los destinatarios, se elucubran nuevas vías de penetración. Así surgieron los anuncios en forma de noticia (la palabra publicidad aparece en letra pequeña y en el recuadro de la pantalla menos visitado por el ojo), anuncios dentro de las series televisivas o películas (la marca del coche del agente secreto, el aceite que utiliza el ama de casa del serial), y ahora se estila colgar vídeos en internet con la suficiente enjundia para que sean los mismos usuarios los que expandan el mensaje. El caso más notorio es el vídeo que encargó la MTV “Yo amo a Laura”, donde unos jóvenes pijos cantaban las alabanzas de la virginidad, o el más reciente del robo del sillón del presidente español, para anunciar una campaña contra el hambre. ¿Qué será lo próximo? ¿Nos hablarán los garbanzos? ¿Compraremos gafas que interrumpan momentáneamente la visión para recomendarnos una película o unos calzoncillos? Todo es posible, nada es descartable, salvo la circunstancia de que nos dejasen en paz.


Zaragoza, 24 de mayo de 2017

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